He tenido la ocasión de profundizar en lo comentado en el último párrafo del artículo "Anticiparse a lo inevitable", discutirlo, ampliar información y complementarlo con nuevas aportaciones.
Comencé recibiendo el enlace a un artículo que actúa como contrapunto: "¡Mueran los ‘heditores’!". En él se alaba el modelo tradicional, aquel en el que el ‘filtro’ de la editorial genera valor añadido, entre otros motivos, por retirar de la culltura aquellos escritos no aptos para la lectura, literlamente por "separar el grano de la paja". Y esto fue asociado con la democracia, entendida como el gobierno de todos que legitima al poder estatal formado por representantes eligidos y vigilados por el pueblo.
Por la contra, ese mismo artículo critica con dureza a los heditores, esos que hoy pueden publicar lo que desean, como desean y cuanto desean gracias a las facilidades que otorga internet. Una red regida por la oclocracia, entendida como el gobierno del gentío y con frecuencia confundido con la tiranía de las multitudes. Heditores que pueden saltarse a editores para llegar a su público. Que están adaptándose, innovando, aprovechando la desaparición de ‘filtros’, encontrando oportunidades en un mundo perfectamente copiable, en los que existe una rebelión contra el todo gratis de la red.
En medio da la omnipresente discusión sobre modelos de negocio, llama la atención a entrada a la escena del Partido de Internet. Valoraciones a parte, esto refuta la era revolucionaria que presenciamos pues estamos siendo testigos de la transmisiones de poder y propiedad gracias, en este caso concreto, a tecnologías disruptivas y no a guerras y derramamientos de sangre avalados por ideologías emergentes.
Insisto, puede ser un previlegio vivir este presente repleto de oportunidades para quien se sienta optimista o una desgracia repleta de destrucción para quien sufra su no-adaptación y se sienta pesimista. O, como dijo alguien, "el optimista siempre tiene un proyecto; el pesimista, una excusa".